Socialmente hablando, la felicidad es una de las emociones más complejas de definir; y el modo de alcanzarla puede ser diferente según la perspectiva de cada persona. Por ejemplo, para el sociólogo la felicidad es el bienestar que te da la sociedad que te rodea; para el neurocientífico es un proceso químico, una mezcla de serotonina, dopamina endorfina y oxitócica que consigues con una buena alimentación, deporte, etc. Para el psicólogo es al menos en parte, ser consciente de que uno es feliz y tiene un estado de ánimo positivo.
La misma complejidad de la emoción, la forma tan subjetiva de su definición y la idea que cada uno tiene de ella, hace que en ocasiones sea difícil alcanzarla. Y en ese momento es cuando empiezan a aflorar emociones contrarias como el enojo, la tristeza, la frustración, entre otras; estas generan a su vez un deterioro en la calidad de vida trayendo problemas más graves en la salud física, mental y espiritual.
Dios ya sabía que el encontrar la felicidad es importante para tener una vida plena, por tanto, en el manual de vida que Él mismo diseñó nos dice:
Felices son los íntegros, los que siguen las enseñanzas del Señor. Felices son los que obedecen sus leyes y lo buscan con todo el corazón.
Salmos 119:1-2 NTV
En Dios encontramos la verdadera felicidad, cuando le buscamos y le obedecemos, pues estamos seguros que todo va a estar bien; estamos en el lugar indicado, el lugar donde tendremos felicidad y nuestra vida estará plena.
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De igual manera, Dios nos confronta en su palabra a evaluar las personas con quienes nos rodeamos:
Qué alegría para los que no siguen el consejo de malos, ni andan con pecadores, ni se juntan con burlones, sino que se deleitan en la ley del Señor meditando en ella día y noche. Son como árboles plantados a la orilla de un río, que siempre dan fruto en su tiempo. Sus hojas nunca se marchitan, y prosperan en todo lo que hacen.
Salmos 1:1-3 NTV.
El escoger bien nuestros amigos y las personas que nos rodean ayuda a mantener la felicidad que Dios nos da cuando le obedecemos, mejorar nuestras relaciones interpersonales hace más fácil nuestra búsqueda constante de Dios y como consecuencia podemos ser felices, prósperos y guardados en Dios.