
Desde que el hombre existe siempre ha tenido la necesidad de ser gobernado, y es que al ser un individuo que vive en comunidad requiere de un liderazgo en particular. Es por ello que han surgido diferentes formas o sistemas de gobierno y éstas han evolucionado a lo largo de la historia; entre ellos encontramos la monarquía, la cual es uno de los primeros sistemas puros de gobierno; seguida por la aristocracia y actualmente se ha establecido la democracia.
Ahora, a pesar de la evolución de estos sistemas de gobierno, continúan existiendo inconformidades y es que aunque la democracia es el sistema de gobierno con más representación y participación de toda la comunidad y el más predominante en la actualidad, se puede evidenciar cómo en los últimos años las personas alrededor del mundo han vendido manifestado su inconformidad con los regímenes políticos, lo que permite inferir que no existe un gobierno humano totalmente perfecto.
Pero ¿Por qué ninguna forma de gobierno humano ha satisfecho plenamente las necesidades de las comunidades? En las escrituras podemos encontrar la respuesta, y es que en el diseño original de Dios para el hombre, nunca existió la idea de un auto gobierno humano.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva los creo en perfecta comunión con Él, ellos fueron diseñados para ser gobernados por Dios, pero cuando vino la desobediencia al corazón del hombre (Génesis 3), éste decidió vivir una vida apartada de su dirección; en este momento comenzó la decadencia de la especie humana (odios, asesinatos, envidia, robo, inmoralidad etc.), y desde entonces el hombre ha estado buscando, fuera de Dios, quien lo gobierne.
Tristemente, este patrón de comportamiento se replicó en el pueblo escogido de Dios, Israel. El primer libro de Samuel capítulo 8 cuenta la historia de cómo Israel decide apartarse del gobierno divino pidiendo tener un rey.
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Desde la constitución de Israel en el monte Sinaí (Éxodo 19), el pueblo nunca había tenido un rey humano, Dios siempre los había direccionado a través de los profetas y los jueces, sin embargo decidieron pedir un rey diferente de Dios quien los gobernara, como sucedía en las demás naciones (1 Samuel 8:5 DHH).
El señor sabía que un reino humano no iba a serles conveniente y en su misericordia, les advirtió (1 Samuel 8:11-17 RV1960), no obstante, el pueblo rechazó nuevamente el gobierno divino.
Como consecuencia de esta decisión, encontramos en la biblia reyes perversos como lo fue el rey Roboam hijo de Salomón, quien al escuchar que el pueblo le pedía que les disminuyera la carga impuesta por su padre, les respondió duramente diciendo: “Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, más yo os castigaré con escorpiones” (1 Reyes 12:11 RV1960), y como consecuencia se dividió el reino de Israel.
Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, más yo os castigaré con escorpiones
1 Reyes 12:11 RV1960
Y es que ¿Quién no ha escuchado, o aún, ha vivido un mal gobierno? todos podemos reconocer que el gobierno del ser humano por naturaleza es imperfecto y esto radica en que el corazón del hombre es engañoso y perverso (Jeremías 17:9 RV1960), y empeora en la medida en que no busca la sabiduría y la dirección de Dios para gobernar.
Querido lector, quizá en algún momento has estado en desacuerdo con el gobierno de turno, y aunque Dios nos demanda sujetarnos a las autoridades terrenales y orar para que gobiernen con sabiduría (1 Timoteo 2:1-2 DHH), debemos recordar que hemos adquirido una mejor ciudadanía, la celestial, y nuestro Rey, Jesucristo, está sentado a la diestra de Dios Padre y esta próxima su venida; su reino será justo, habrá equidad y paz universal (Isaías 2:4, 9:6-7, 11:3-5, 9:6-7).
Sin embargo, este reino prometido podemos comenzarlo a vivir desde ahora en nuestra vida, y para ello debemos reconocer en nuestro corazón el gobierno de Dios y permitir que se haga su voluntad. Jesús cuando estuvo en esta tierra vino a establecer su reino, pero en el corazón del hombre, por ello en lugar de pedir nuevos gobiernos, debemos dejarnos gobernar por el Espíritu Santo y ser parte del cambio que tanto estamos deseando.