El ser humano se encuentra en un proceso continuo de búsqueda de satisfacción de sus necesidades físicas, emocionales y espirituales. Sin embargo, éstas no siempre se satisfacen de la manera más adecuada. En ocasiones, las necesidades son tan apremiantes que no se hace distinción entre lo que de verdad puede satisfacerlas plenamente y lo que solo las mitiga de forma temporal e imperfecta.
Sólo pensar en el ámbito alimenticio nos permite observar que hay infinidad de opciones que podrían satisfacer el hambre del ser humano, pero dentro de ese amplio abanico de opciones existen alimentos que simplemente sacian el hambre y otros que además de esto resultan nutritivos y saludables. Ahora, pensemos en la siguiente situación: te encuentras con un amigo y éste te invita a cenar en un restaurante donde sirven unos platos exquisitos, pero acabas de comer y te sientes lleno. Por más deliciosos que sean los platillos del restaurante, puede que, no pidas nada por la llenura, o si lo haces, quizá no lo disfrutes tanto como si tuvieras apetito.
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Dios siempre nos está ofreciendo no solo lo suficiente para saciar nuestras necesidades, sino también lo más indicado para ellas, las escrituras dicen que la voluntad de Dios para nuestras vidas es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2 RV60). No obstante, cuando intentamos llenarnos sin considerar lo que Dios nos ofrece, corremos el riesgo de no estar eligiendo eso que es perfecto para nosotros; y es que muchas veces no lo elegimos por el desconocimiento de las promesas que él tiene para nosotros, sino también por la falta de confianza y de espera en ellas. Las escrituras dicen:
El hombre saciado desprecia el panal de miel; pero al hambriento todo lo amargo es dulce
Proverbios 27:7 RVR 1960
Esto quiere decir que cuando se sacia una necesidad sin considerar a Dios, podemos llegar a despreciar lo verdaderamente bueno y agradable que él nos ofrece. Pero este mismo proverbio también dice que para el hombre hambriento todo lo amargo es dulce, esto muestra que la necesidad sumada a la falta de espera y confianza en Dios puede llevar a una persona a perder la capacidad de distinguir lo que es verdaderamente provechoso para su vida.
Dios desea que todas las áreas de nuestra vida estén saciadas, pero espera que podamos satisfacerlas en Él, pues es quien conoce qué es lo mejor para nosotros; por eso te invito a que te acerques hoy a Jesús y permitas que Él te sacie, porque no solo nos ofrece una vida abundante en bendiciones, sino también la vida eterna. En Juan 4:14 Jesús nos dice:
más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna
Juan 4:14 RVR 1960