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Tiempo atrás resaltamos la importancia de recordar los sucesos históricos, de forma tal que podamos evitar cometer los errores del pasado. Para quienes no han leído las publicaciones anteriores de este Magazín, les recomendamos buscar el artículo “memoria histórica”; en esa oportunidad se llegó a la conclusión que a los pueblos y al individuo les conviene estudiar y recordar los acontecimientos pasados para aprender de ellos, en especial de aquellos sucesos negativos.
En esta oportunidad haremos el repaso de una historia desafortunada por su trágico final, la cual tiene como protagonista a la ciudad de Sodoma y sus habitantes. Para empezar, la Biblia señala que la destrucción de aquella ciudad junto con otra llamada Gomorra, son ejemplo de lo que acontecerá a quienes decidan llevar una vida de maldad; así pues, conviene repasar cuáles fueron los sucesos que llevaron a ese destino final y en qué consistieron los errores de sus habitantes que molestaron tanto a Dios para que tomara la decisión de destruirlas.
Generalmente se acude al relato que se encuentra en el libro de Génesis 19:1-13 para evidenciar el nivel de maldad de los habitantes de Sodoma, pues estos ni siquiera reprimieron sus malos deseos estando frente a los ángeles enviados por Dios, sin embargo, es el libro de Ezequiel 16:49 el que ilustra con más detalle cuáles fueron los pecados cometidos y que llevaron a esta ciudad a un punto de no retorno, estos se definen así: (i) la soberbia, (ii) la saciedad de pan, (iii) la abundancia de ociosidad y (iv) la falta de hospitalidad.
He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso
Ezequiel 16:49 RVR 1960
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Al parecer Sodoma fue una ciudad que gozaba de una próspera economía, sus habitantes contaban con recursos suficientes para cubrir más allá de las necesidades básicas, lo que les permitía costear lujos y placeres. En este punto, conviene aclarar que aunque la prosperidad no va en contra de los deseos de Dios, el problema surge cuando el hombre deposita su confianza en las riquezas y se olvida de quién la proporciona, pues al estar tan saciado no siente necesidad de nada, ni aun de pedir el pan de cada día. Por otra parte, cuando los ciudadanos mantuvieron sin mayor esfuerzo un buen nivel económico, comenzaron a disponer de mucho tiempo libre, tanto que terminaron siendo ociosos, por lo que se entregaron a los placeres de la vida a tal punto que se hicieron orgullosos para con Dios y altaneros para con los extranjeros.
Hechos similares pueden ser advertidos en otras historias pero con finales más esperanzadores, por ejemplo el hijo pródigo, este joven que reclama una herencia que se dedica a gastar irresponsablemente, hasta que logra quedarse sin nada, momento en el cual volvió su mirada a Dios y al padre que tiempo atrás rechazó; Salomón también experimentó la saciedad de pan y la abundancia de ociosidad, para concluir que al final de las riquezas y los placeres, el hombre no saca ningún provecho si lleva una vida apartada del Creador.
En conclusión, Sodoma avanzó en el peligroso camino de juicio y destrucción cuando su sentido de seguridad provino de la abundancia de pan, cuando decidieron malgastar el tiempo y en lugar de dedicarlo a Dios, lo hicieron para sí mismos, cuando se llenaron de tanto orgullo que se volvieron egoístas y faltos de compasión frente a los extranjeros que llegaban a su tierra, hasta llegar a cometer los actos de perversidad de los que muchos hemos leído y escuchado.
Curiosamente dos de los pecados cometidos por los ciudadanos de Sodoma son los mismos en los que incurre la última de las iglesias que cita el Apocalipsis: 3-17: la saciedad de pan y la soberbia; tenemos entones un llamado de atención a no olvidar que dependemos de Dios y, aunque creamos tenerlo todo en esta tierra no son las riquezas las que nos aseguran el tiquete al cielo, por ello, conviene recordar lo que enseña la palabra:
El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Mateo 4:4 RVR 1960.