La sociedad actual se encuentra revolucionada; por esto vemos cómo las personas alrededor del mundo se tornan cada vez más irritables por diversas situaciones: la injusticia, la desigualdad, el descontento social, abusos de poder, entre otros. Estos factores hacen que esta sensación se presente en la vida de cada individuo. Como consecuencia de ello afloran emociones como la ira, el enojo o el enfado, las cuales se producen cuando una persona considera que existe o se va a producir un resultado negativo para sus intereses o sus afinidades.
No está mal si en algún momento de nuestras vidas sentimos ira, enojo o enfado. Se tiene la mala percepción de que estas emociones son egoístas y destructivas, y que por ende debemos erradicarlas de nuestras vidas por completo. Jesús, el mayor ejemplo de vida de la humanidad, se enojó en algunas ocasiones, esto indica que estas emociones por sí mismas no son malas. Sin embargo, la palabra de Dios nos da claridad de cómo debemos actuar ante el sentimiento de alguna de ellas.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
Efesios 4:26-27 RVR 1960
En la biblia encontramos algunas situaciones en las que Jesús se enojó, una de ellas fue:
Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Mateo 21:12-13 RVR 1960
En la anterior situación, el enojo de Jesús tenía una razón más que justa. Él no estaba enojado directamente con las personas sino con su comportamiento pecaminoso y era haberle dado un uso indebido al templo y el haber mercantilizado una expresión de adoración como lo es ofrendar al Dios. Adicionalmente a Jesús le ocupaba la condición espiritual de quienes comerciaban en aquel lugar.
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La biblia no registra que al enojarse Jesús su comportamiento se saliera de control, en cambio en todo momento controlaba sus emociones, nunca fueron ellas las que lo controlaron a Él; no permitió que su momento de enojo se tornara en amargura y se adentrara en su corazón, Él no guardaba rencor. Por último, vemos que está situación de enojo al igual que todas las emociones de Jesús, estaban controladas por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Así, la respuesta de Jesús cumplía siempre con la voluntad de Dios.
Debemos seguir el ejemplo de Jesús y permitir que el Espíritu Santo de Dios controle nuestras emociones. Recordemos las palabras de Jesús “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” Juan 14:26 RVR 1960. Dios está disponible en todo momento para ayudarnos a controlar estás situaciones y permitir que vivamos su plan maravilloso todos los días.